
Tras tres años de silencio el músico publica "Tres", disco que termina por alejar a ese público anhelante del cantautor imberbe. Ya desde el libreto Álvarez muestra una imagen diferente, con el pelo decolorado y con perilla, acorde con las nuevas canciones. La primera, "Padre", comienza con la afirmación "padre, soy pajillero, maricón y drogadicto, bakalaero, okupa, rojo, puta y bizco, punki, negro y de Alcorcón", rematando la faena con el rapeado (sí, rapeado) del estribillo: "Padre, no sé estudiar, soy pecador de la pradera, soy un truhán, soy un señor, soy un hortera, y además no creo en dios". Javier mata al trovador que escupía himnos generacionales para mostrarse como un músico irreverente e iconoclasta, mucho más próximo a la ironía del punk que a la poesía cantautoril. Musicalmente Suso Sáiz, productor del disco, renueva el sonido de Javier, introduciendo todo tipo de loops, programaciones y samplers (el disco está plagado de referencias musicales, desde Mecano y Julio Iglesias, pasando por Madonna, Queen y los Beatles), creando una atmósfera diferente en la que los sonidos se mezclan. Algo así como Beck, pero mirándolo de lejos y con los ojos guiñaos.
Aun así Javier sigue llenando sus textos de melancolía, como en "Tururú", y escribiendo

Como decía, el disco pasó bastante desapercibido, separando a Javier del público que lo adoró en sus comienzos. Sin embargo, el arriesgado giro estilístico le permitió ser lo que quería ser, y no lo que querían (las radios, las discográficas, el público) que fuese. Desde entonces sus discos han seguido gravitando en torno a unas formas musicales más convencionales, pero siempre cercanas a lo novedoso, con un Javier mucho más irónico que en sus comienzos.
Es "Tres" un disco valiente y original que sorprende al oyente, y que, a pesar de los 10 años transcurridos, sigue sonando diferente.