miércoles, 6 de noviembre de 2013

don Alguien

Se aconseja leer acompañado de suma y sigue de Estopa http://www.youtube.com/watch?v=QlVWFNlP_IU

Nunca había sido don nadie, desde la cuna ya era un don Alguien. Querido y mimado en un entorno familiar aburguesado y no en demasía recto siempre tuvo el dinero por castigo.

Socialmente don Alguien empatizaba con suma facilidad. Se había acostumbrado a la amabilidad y a los sonrisas en torno a él.

Profesionalmente le fue fácil decidir y con cabeza para los negocios pronto regentó dos club de jazz en la ciudad de éxito y beneficios.

En cuestiones de amor era diferente. Había optado por esos amores fáciles de usar y tirar para apagar su sed de deseo y compensar queriéndose mucho lo que en otros aspectos pudiera echar de menos.

Un día que se sentía solo arrancó su coche y lo condujo hasta llegar al casino. Era noche de tantas. Nadie le esperaba en casa, a nadie necesitaba dar explicaciones. Empezó apostando en la ruleta pequeñas cantidades, de forma timorata.

Quería conocer el riesgo y en el fondo desprenderse de lo que había causado en él esa incapacidad de sacrificio o sufrimiento que , en cambio, tantos envidiaban de él.

Le acercaron una nueva copa que saboreó con gusto. Apostó todo lo que tenía, había llegado el momento. Si lo perdía todo, clubs de jazz incluídos, había fantaseado con abandonar la ciudad, coger la guitarra y conocer el mundo sin que el tiempo le dijera nunca cuándo. No se despediría de nadie, en el fondo tampoco nadie lo echaría especialmente de menos.

La pequeña bola de acero comenzó a disminuir su velocidad. Don Alguien la miró primero con angustia y luego calmándose y fijando su mirada entre colores negros y rojos alternos.

La bola se detuvo.

domingo, 3 de noviembre de 2013

El joven aprendiz de pintor

Se aconseja leer acompañado de Mario de Mclan http://www.youtube.com/watch?v=mQFfKwb-rr8

No hace tantos años, o al menos a mi no me los parece, conocí a un joven aprendiz de pintor.

Aquel chaval canijo y despistao se convirtió en mi amigo y compañero mientras compartíamos el camino de ida al colegio (siempre deprisa y medio dormidos) y el de vuelta (ya más relajados y hambrientos) a casa.

Caminábamos por aquel parque haciéndonos adolescentes y poco a poco el mundo se iba abriendo ante nosotros. Tú por entonces eras el bohemio y quien no creía en nada, yo sin embargo prefería creer en todo y empezaba a creer en mi.

También íbamos al fútbol juntos, otra de tus pasiones y jugando por tu banda, la izquierda, eras mucho mejor que yo y que la mayoría. Aunque eras poco disciplinado con los horarios... a esos pases en velocidad nunca llegabas tarde.

La universidad no nos distanció. Tú ibas buscando tus bellas artes, sacando tu talento dormido. Yo te abrí a mis nuevas amistades y era imposible no cogerte cariño. Tu risa, tu actitud desenfada y tus ganas de divertirte las encontraba cada vez que las buscaba.

Me abriste la puerta de tu casa, de tu vida, de tus confidencias y de nuestras partidas de ajedrez que casi casi casi siempre me ganabas. El joven aprendiz de pintor también me abrió las puertas de su enfermedad de las que desgraciadamente tuve que aprender tantas cosas que no quise.

Un día como este de otoño y de combatir los primeros fríos con los fuegos de una barbacoa, montado en el coche de un gran amigo me contó que mi compañero se había ido. Alguna vez había avisado que se iría pero los corazones no entienden ni de avisos ni desde aquel día de porqués.

Sin embargo hoy que me he desperté mirando tu cuadro sé que fuiste a por luz para tu paleta de colores. Esa luz que un día perdiste. Tu cuadro es lo más importante de mi casa, lo guardé durante años esperando el momento adecuado para colgarlo. Pero hay muchos más cuadros que pintaste para mi: todos esos momentos que vivimos juntos, hasta las conversaciones más absurdas de un chaval, siguen en la pinacoteca de mi alma en un lugar preferencial. Y te aseguro que no les falta luz.