miércoles, 26 de noviembre de 2014

Cada vez que pestañeo

Se aconseja leer acompañado de Fotógrafo del alma de la Habitación Roja https://www.youtube.com/watch?v=PO9CUjU6xuo

Cada vez que pestañeo se graba en mi alma una fotografía. Cada vez que vuelvo a abrir los ojos se escapan la mayoría salvo algunas que se quedan atrapadas entre los párpados.

Al dormir esas fotos enredadas se entremezclan e invaden mis sueños convirtiéndose en una mezcla de recuerdos y de anhelos, de lo que algún día tuve y de lo que no sé si volveré a tener.

Y en esas fotografías apareces tú, siempre sonriendo. A veces despierto y no reconozco lo que son recuerdos y lo que no pero siempre estás sonriendo.

Entre todas las fotografías que conservo dentro de mi hay una imborrable en la que estamos besándonos. Sólo la veo, no siento ese beso, ni huelo tu piel ni suena el chasquido al contactar nuestros labios. Será por eso que aún hoy sigo buscándote, sigo queriendo rellenar mi álbum de más fotografías que no se desvelen con la luz de nuestro amor.

Sigo buscando instantes grabados en las que ninguno de los dos nos escondamos ni aparezca oscuridad por el silencio ni el miedo.

Mis ojos, aunque miopes, están preparados para disparar justo en el momento exacto.

martes, 4 de noviembre de 2014

Las lanzas

Se aconseja leer acompañado de la lanza de Babasónicos https://www.youtube.com/watch?v=Lrn8XIU1xqM

Sonó el teléfono una vez, dos veces y a la que hizo tres respondió.

Escuchó con interés a su interlocutor sin que ninguna palabra ni reproche saliera de su garganta mientras su corazón ardía de impotencia. Al otro lado del teléfono su pasado le recordaba cada paso en falso, cada error voluntario, cada callejón sin salida.

Él siguió escuchando, hora tras hora, sintiendo como una lanza se hundía más y más en su alma sin que atravesara finalmente el cuerpo.

Las horas se hiceron días y exhausto se negaba a asumir lo que el pasado le dictaba. No quería dejarlo atrás. Colgó enérgicamente y salió a la calle con la lanza aún clavada. Él la sentía pero nadie lo miraba, nadie se percataba de ese dolor que ardía en su interior.

Volvió a casa, buscó en un listín telefónico el número del destino y sin pensarlo mucho marcó. Sin esperar respuesta colgó y sintió la lanza aún clavada como atenuaba su dolor y como cicatrizaba el orificio de entrada. Volvió a salir a la calle, orgulloso, altivo, sonriente. Y se subió de nuevo a su atalaya de carisma.

Fue exhibiendo su lanza como parte de él. Había sitio para más.