Confieso que no tenía una especial pasión en ver a los australianos ACDC. Apenas conocía 3 o 4 canciones suyas y hasta horas antes no me confirmaron que me acreditaban al concierto.
También reconozco que ese "pasotismo" inicial iba dando paso a un interés in crescendo por vivir un espectáculo del que muchos hablaban maravillas. Así que lo mejor en estos casos es dejarse llevar, nadar a favor de la corriente de marea negra que invadió Sevilla este sábado.
Por tanto, para cuando el concierto se iniciaba yo ya era uno más que ansiaba desear esa descarga de adrenalina y de música con avidez provisto de mi camiseta negra "Rolling Stone".
Y mereció la pena, la estampa y el solo de A. Young ya lo merecía por sí mismo. Lástima de ese eco o retardo molesto entre sonido y pantallas que desconcertaba bastante pero que no empañó el concierto.
Quizás antes no era consciente de que los ACDC venían a tocar cerca de mi casa, quizás aún no sea consciente que he tenido esta gran oportunidad de ver historia del rock sobre un escenario.
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